Fondo y Forma

Podría decirse que la pintura es donde Romero D. Fran desarrolla sus temas más queridos. Allí puede verse su desarrollo y tratamiento del color, tan diferente de unas etapas a otras y de unos temas a otros. Puede sorprender que Romero D. Fran utilice colores vibrantes, incluso chillones, si se las compara con otras obras suyas, monocromas, de color apenas perceptible, casi no color. El lienzo es su soporte principal, pero utiliza también la madera tratada con mimo, como presintiendo su siguiente etapa.

De pronto, aparece la escultura, como consecuencia de todo un proceso natural de decantación y austeridad en su obra. Una vez llegado a la madurez, quiere hablar sólo sobre lo esencial, sobre los valores fundamentales. Su obra se va purificando de contagios ajenos, adelgaza, pero crece en fuerza y en hondura. La escultura es el principio de su etapa más convulsa, acuciado por el tiempo, por la sensación de haber encontrado, al fín, su modo de expresión. La madera, la gubia, sus manos, se funden para crear un espacio de huecos, formas, sentimientos y expresión.

Romero D. Fran, escultor, no se queda ahí. Quiere ir más allá, si puede. Comienza a trabajar sobre la posible fusión de la pintura con la escultura, un nuevo concepto que acuña como escultopintura. Pretende combinar lo mejor de ambas artes en una sola pieza, que la escultura refuerce a la pintura y viceverse. Comienza a trabajar en series complejas de mandalas, signos totémicos con pinceladas de arte primitivo, añadiendo una nota de pintura, austera, dentro de un lienzo, enmarcado. La mezcla sin continuidad de escultura y pintura da lugar a unas piezas exquisitas y complejas, voluptuosas de formas pero sobrias, sensuales a la vez que casi religiosas.

Romero D. Fran sólo necesitaba un lápiz y un trozo de papel para imaginar cosas y plasmarlas en figuras. Unas veces eran trazos complejos, sinuosos, alambicados, otras, delicados, sencillos, livianos, casi etéreos. El trazo continuo, fluido, hace que la técnica de sus dibujos conecte con la mejor tradición española. El temario, sin embargo, es cotidiano, lo recoge de la vida diaria, donde apenas hay héroes y si dosis de ansiedad, burla, risa, llanto e ironía.

Los collages sirven a Romero D. Fran para pensar sobre la pintura, primero, y son un esbozo para  obras de mayor calado y formato. Poco a poco, le  seduce su propio lenguaje y su materia, hecha de elementos de deshecho, lo que le acerca a un arte de lo cotidiano, casi efímero. Encuentra en los collages un lenguaje propio, irónico, casi pop-art, que le conecta con las nuevas corrientes artísticas de América. Los collages se nutren de las imágenes del momento, que Romero D. Fran va coleccionando, para colocarlas juntas algún día: diríamos que son  un  retrato histórico caótico e imaginado.