Romero D. Fran, nombre artístico, nace en Alcalá de los Gazules. Siendo niño, se proclama la Segunda República en 1.931. En 1.936 comienza la Guerra Civil, que dura 3 años. Vive en una zona alejada de la guerra, y como niño que es vive todo como aturdido, más que aterrado, sorprendido.
La Guerra Civil acaba de terminar hace unos años y él ya ha sido aprendiz de distintos oficios, entre ellos el de mécanico en la “fábrica de la luz”. Corre el año 1.943, y, con sólo 16 años, se traslada a Sevilla, donde cumple el servicio militar a la vez que completa su formación como mecánico de aviones. Este mundo le fascina, por lo que representa y porque le abre a un mundo nuevo. Devora la mayoría de edad entre el trabajo y su formación. Va y viene de Sevilla a Cádiz, pasando por diferentes empresas y sectores profesionales: hilaturas, barcos, aviones. Y entonces encuentra a quién para siempre será su mujer y se casan.
Casado, con un hijo recién nacido y con sólo 28 años, decide probar la aventura en ultramar. Se traslada con su familia a Sao Paulo, Brasil. Le han hablado de allí, ha oído maravillas y quiere comprobarlo. Se instala, alternando su trabajo como mécanico y matricero y su vocación: la pintura. Allí bulle una minoría cultural muy activa, a la que se une. Allí, huele, siente la esfervescencia del trópico y experimenta con todo, lo que le servirá, posteriormente, para dar forma a su obra.
Vuelve a España, eligiendo Madrid como destino. Tiene claro que quiere hacer arte y necesita estar cerca del Centro de la Cultura. Sus visitas al Prado y a los Museos y Galerías de entonces son frecuentes, así como sus reuniones con otros artistas, con los que comparte ilusiones e ideas. Para entonces tiene una idea muy clara de su vocación y de su forma de entender el arte.
Romero D. Fran quiere más libertad de creación y se plantea vivir de su arte. El Rastro, la bohemia en sentido artístico, el mundo iconoclasta del artista, le seducen y le arratran. El camino elegido resulta mucho más difćil de lo previsto. Hay demasiados inconvenientes inesperados, mucha camarilla y un exceso de amiguismo. No es fácil, lo sabe, pero lo intenta. Después de comprobar que vivir de tu vocación es difícil y sólo al alcance de unos pocos, decide abandonar, no sin gran pesar.
Después de compaginar durante años su trabajo como técnico proyectista y artista, logra trabajar sólo como dibujante, ilustrador y diseñador, abandonando para siempre la mécanica, viviendo en un ambiente artístico y creativo más próximo y conectado íntimamente a sus intereses vitales y artísticos.
Es un año clave. Descubre que su obra necesita reposo y orden. Se pone a la tarea. Busca, ordena, descubre cosas que él ya había olvidado y recupera textos, documentos y obra que permanecía escondida incluso para él. Llega a escribir el primer volumen de sus memorias, inacabadas, y ayuda a sus hijos a entender su obra, a explicarla, a leerla.