A lo largo de su vida, Romero D. Fran contempla la tierra como el espacio natural donde todo ocurre: la vida, la muerte, los hombres, la naturaleza. El artista asume que la tierra es la madre naturaleza más cercana, porque la toca y la siente consigo. Esta cercanía quiere trasladarla a su obra, tanto en colores, como en texturas como en la representación de las imágenes, que siempre sugieren formas, mundos conocidos y vistos.
Más allá de la tierra, existe un lugar mítico, nunca visto, que habla de paraísos perdidos o de eṕocas gloriosas de lugares y de hombres. Laskut existió, pero Romero D. Fran crea un nuevo Laskut, imaginario, primitivo, que fué poco a poco creciendo en su obra, representado siempre por formas cercacas a lo elemental, a lo telúrico, a lo totémico. Romero D. Fran quiere reivindicar el sabor y el valor de lo primario, de lo poco hecho, de lo crudo, por poco artístico que pueda parecer. En este sentido, es un arte primtivo, aunque muy auténtico.
La mujer, la hembra, es una obsesión cegadora para Romero D. Fran. En su entorno, siempre está cerca la mirada de una mujer – abuela, madre, familiar, amiga. El nexo con la madre tierra es natural y tiene nombre de mujer, en múltiples y variadas representaciones. La mujer, ser cambiante, puede transformarse, también, como puede verse en su obra, en un ser vampirizador, un ser hipnótico. Romero D. Fran asume el poder que representa la hembra, como ser que da la vida y que regula las relaciones familiares y sociales. La mujer es el símbolo de lo esencial, de lo más profundo que nos une a la tierra.